Biografía Lectora de Carla Vergara
Si a alguien debo culpar por mi afán literario, ese es mi papá.
Así es, gracias a él me gustan mucho las historia y disfruto leyendo un buen libro, sobretodo antes de dormir. Es increíble como ciertos acontecimientos en nuestra infancia pueden determinar nuestros gustos y predisponernos positivamente a desarrollar habilidades a medida que vamos creciendo.
En mi caso, todo comienza con mi papá y sus historias antes de dormir. Él nos contaba, a mi hermano y a mí, anécdotas de su trabajo tras largos viajes que hacía en barco. Sin embargo, cuando se le acabaron las historias o se aburrió de inventarlas, no le quedó otra alternativa que reinventar su rutina nocturna, a partir de las novelas de ciencia ficción.
Creo que le gustaba Julio Verne porque solo nos leyó libros de él, y aunque ahora no me llama la atención el estilo narrativo de este autor, valoro su trabajo porque sin duda esos libros despertaron mi amor por la literatura en aquella época.
Partió leyéndonos La vuelta al mundo en 80 días fue de todo mi gusto. Vale decir que mi papá era bastante histriónico y gracioso, así nos reíamos mucho y realmente disfrutamos las noches de lectura. Para mí escucharlo era bien estimulante, igual o mejor que ver una película por la televisión.
Después de la primera novela le siguió El viaje al centro de la tierra y luego nos leyó El capitán de 15 años, pero cuando íbamos a la mitad de este último mi padre tuvo que regresar a su trabajo. Debido a esto, terminamos cambiándole el nombre a la novela y la llamábamos “El capitán de 80 años” porque nos demoramos varios meses en terminar la narración por el constante ir y venir de mi papá.
De eso han pasado ya veintidós años. Yo tenía siete cuando mi papá comenzó a leernos en las noches y fue esta experiencia la que me permitió adquirir autonomía en la lectura. Después de los libros de Julio Verne siguieron otros que leía por cuenta propia como toda la colección de Papelucho, Frankenstein, El fantasma de Canterville, y, por supuesto, la saga completa de Harry Potter.
En la enseñanza media conocí el existencialismo o las técnicas narrativas contemporáneas de novelas como En el camino, Cumbres borrascosas, Lobo estepario, El extranjero, La Metamorfosis, entre otros. Sin embargo, la mayor experimentación literaria (y no literaria), la tuve sin lugar a dudas en la universidad, donde algunas de mis lecturas favoritas fueron Madame Bovary, 100 años de soledad, El elogio de la madrastra, Crimen y castigo, Rayuela, Los detectives salvajes. También cuentos como Axolotl, Muzak, El Aleph y los poemas de Alejandra Pizarnik y Stella Díaz Varín.
Hoy en día, mi foco está puesto en la lectura y re-lectura de literatura feminista y libros escritos por mujeres porque tengo la necesidad política, social y emocional de leer y escuchar a mi género. Por tal motivo, este último tiempo me dediqué a leer La invitada de Simone de Beauvoir, el libro Teoría King Kong de Virginie Despentes y Una habitación propia de Virginia Woolf.
Más precisamente, me encuentro iniciando la lectura de la segunda novela de Muriel Barbery, La elegancia del erizo, cuya protagonista refleja bastante bien mi leitmotiv respecto al consuelo que he encontrado desde siempre en la literatura, el cual también parece ser un sentir compartido por quienes reconocen el encanto de la ficción literaria: “Cuando estoy angustiada, me recluyo en el refugio. No hace falta viajar; me basta con ir a las esferas de mi memoria literaria. Pues ¿Qué distracción hay más noble, qué compañía más distraída, qué contemplación más deliciosa que la literatura?”.